lunes, 11 de marzo de 2013



La mejor escena fue cuando Gisela tuvo la cabeza hundida contra el colchón, levantó la cola bien alta y el Negro se deslizó por ahi adentro de rodillas y agarrándola de las caderas. Legendario  momento. Lo va a contar muchas veces.

A distintas personas, que él conoce.

Sabe que va a exagerar, que va a inventar orgasmos que jamas existieron, pero el recuerdo del no momento lo hace desear ya mismo volver a su casa y encerrarse un rato en la pieza.

"Es la edad", diría una tía.











No fue una gran cosa, pensaba Negro.

 Lo mismo pensó Gisela mientras volvía en el colectivo, con la cabeza apoyada en el vidrio, dando pequeños e ininterrupidos golpecitos contra él.

No se volverían a ver. Tal vez alguna vez se cruzarían en la panadería o en el tren, donde la vio caminar como una gata el día que sintío el  Negro que se había enamorado y que le iba a pasar lo mismo que a Santi que ahora estaba en Paraguay con las dos nenas.

El menor de los 8 hermanos fue el primero que se casó. 1 año  antes había nacido Negro, parto natural, 4.900 kgs.

Una bestia.









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