viernes, 29 de noviembre de 2013

El viaje se torna más insoportable, a medida que los meses avanzan (como el cáncer de su prima) y los calores aumentan.

Un terreno gigante para realizar equitación sucede a un basural de un millón de kilometros de alto con acceso directo al cielo.

pasto, zanja, cerco.

pasto, zanja, cerco.

pasto, zanja, cerco.

Infinitas casitas se amontonan en una frenada de golpe. La del progreso.

Negro se dio por vencido y va a esperar que Gisela llame. Está dejando el sueldo en el locutorio. La casa esta sola y sucia hace algunos meses. La vieja negra reza todo el día y canta canciones de alabanza que despiertan a un  muerto.


Los otros negros altaneros se quejan de que el tren no sale pero bien que si tienen a un vigilante adelante entregan el boleto como buenos cagones que son.



"Si tengo un arma se la descargo a esos giles", piensa. Esta superado. La señora que esta a su lado no para de transpirar y le moja todo el brazo. La embarazada va a parir en 30 minutos. Nadie se levanta para darle el asiento a un niño que supere los dos años y pida pancho.





Una camiseta de River camina abrazado a una de los ramones, cortita, linda, gastada.

El negro la sigue con la mirada, la piba se lo devora entero. Y el fierro de la puerta del vagón se encarga de cortar toda la secuencia. Cuando la busca en la otra ventana, la piba ya no está. Pero si la camiseta de River que envía mensajes de texto.

Mientras un discapacitado vende la lupa flexible a diez pesos, una chica lee unas fotocopias iguales a las que el se encontró esa vez en el tren, para variar.

La chica lo mira y le dice telepáticamente que no la moleste, que la desconcentra. Suena su celular que está adentro de la cartera y no  lo saca. Se muere el negro por saber quien es. Es chusma como la madre.

Negro se baja. Se baja de todo. Se bajonea. Mañana le llega el telegrama de despido.


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